Como cualquier otro organismo vivo, la piel necesita agua para realizar todas sus funciones vitales: renovación, regulación del manto hidrolipídico… El agua es necesaria para mantener la Energía Celular, por eso cuando se produce una pérdida de agua por sequedad ambiental o agresiones externas, la piel pierde su vitalidad y flexibilidad, se vuelve tirante y poco luminosa.